"Cuando alguien se reconoce como «nadie» es que es alguien con
grandes valores. Es lo que le sucede a un Olmo, de nombre Miguel.
Olmo viejo —como el de don Antonio Machado— en sabiduría y en
conciencia de clase, a quien no puedo dejar de recordar con el
maestro del celuloide Bernardo Bertolucci y su histórico título
“Novecento”, la cinta que imprimió carácter a toda una generación de
izquierdas, o más todavía, a los comunistas que habíamos luchado
contra la dictadura franquista. Es por lo que, en mi opinión, estas
Memorias de un don nadie constituyen un magnífico ejemplo del
Olmo del director italiano.
(...) Estas memorias, que me gustaría se leyeran en las escuelas para
que los escolares sepan la verdad de la historia de este país —tan
deformada por los medios y las tecnologías del capital—, constituyen
un ejemplarizante y vivo testimonio de honestidad, empatía y
humildad. Una imprescindible lección de vida, la de un Olmo gigante
que, como buen utópico, nunca dejará de mirar a las estrellas,
mientras otros muchos seguiremos aupados en sus hombros."
Del prólogo de Juan Ferreras
Sobre el autor:
Nací en 1950 en un pueblo de campesinos del poniente granadino,
Moraleda de Zafayona, de pequeño tuve mucha relación con los burros y
con los arrieros, trabajé en todas las faenas del campo, en una época en
la que todo era manual.
En aquellos tiempos se iba poco a la escuela. Muy jovencillo empecé a
trabajar, además de en el campo, en una empresa de construcción
haciendo acequias.
Me fui a Mallorca con 15 años, trabajé en una obra y luego en el
aeropuerto de Palma de Mallorca, donde aprendí el oficio de cocinero.
En una de las veces que volví a Granada, por casualidad, me coloqué en
el Hotel Luz Granada, un hotel de 4 estrellas que estaban a punto de
abrir.
La huelga del 70 me hace coger conciencia de clase, a partir de esa fecha
cambió mi vida por completo.
Fundé con otros compañeros las Comisiones Obreras de hosteleria y a
partir de ahí toda mi lucha fue en el sindicato, del que fui secretario
general así como presidente del comité de empresa del Hotel Luz. Viví un
conflicto bastante importante dentro del hotel que después fue mi
salida.
Monté un restaurante y me fui a vivir a un pueblecito, al lado de
Granada, Peligros. Allí realicé mi actividad política muy humildemente.
También fui coordinador de Izquierda Unida durante un tiempo, pero
sobre todo nunca he dejado de ser un activista político y sindical.